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La fractura expuesta del peronismo

Ni siquiera lo invitaron, aunque lo quieren adentro. Hubo una excusa: el encuentro era para agrupaciones vinculadas al peronismo, para integrar un frente desde el 9 de julio en las próximas elecciones de septiembre y octubre. No se trataba de convites personales, aclararon los organizadores. No es la primera vez que la burocracia del PJ descarta a Axel Kicillof, quien a esta altura sospecha que la madre y el hijo ni se preocupan por tenerlo en cuenta. Por el contrario, para ese dúo el gobernador es un clavo en el calzado que, para colmo, lo pusieron ellos: pésimos zapateros remendones. Tampoco está entre los afectos. Aun así, como cantan los barras en la tribuna, cueste lo que cueste tenemos que ganar. Y, por lo tanto, habrá que presentarse unidos en los comicios aunque el peronismo se haya convertido en un matrimonio de conveniencia, ficticio para los hábitos tradicionales, o abierto como suelen practicar dirigentes políticos de nota. Mejor no hacer nombres en el radio de la provincia de Buenos Aires, sea en el pasado o en el presente. Para el decoro de la ficción, entonces un delegado de Kicillof (Mario Secco, intendente de Ensenada) asistió como su representante a esa convocatoria que semejaba un consejo de ancianos proveniente de la cultura griega: no casualmente la titiritera del encuentro, Cristina Fernández de Kirchner, está presa en su domicilio por razones de edad. Ninguno de los asistentes podría temer que los manden a Devoto o Ezeiza si alguno de ellos obtuviera por mérito propio un fallo adverso de la Justicia.

Pero si se advierte falta de amor, y hasta resentimiento, entre Máximo y su madre con el gobernador ausente, ellos dos tampoco disfrutan de un cariño especial por parte del resto de los presentes a la sede de Matheu. Adhieren a Kicillof, quien se ha emperrado en hacer una guerra sorda, sin romper vínculos ni hacer renunciar a los ministros que los Kirchner impusieron en su momento –tampoco les complica las cajas y negocios que La Cámpora opera en la Provincia– y se desentiende de los reclamos familiares. Tiene otro horizonte, opuesto al del vástago de Cristina en 2027. Por si no alcanzan los deseos individuales, se agrega al trío en discordia otro nexo vinculante, Sergio Massa, hoy limitado a la tarea de pegar cables sin chispazos pero con el obvio propósito de acomodarse en la reducida lista de candidatos presidenciales del peronismo en esa fecha. Ventaja cierta: entra por la puerta de Cristina y sale por la de Kicillof. O viceversa. Ofrece esa facilidad como protagonista y, si no concreta emparchar las relaciones en esta oportunidad, tendrá un recurso escapatorio: “Hice todo lo que se podía”. Ahora se aconseja con una profesional dama española, ya ascendida a “gallega” por los contertulios del partido, quien reflexiona –dicen– que si el peronismo no forja un liderazgo importante hacia adelante, van a tener que convocar a un outsider si desean sobrevivir. Tampoco es casualidad que se promueva en el nuevo frente a constituir la palabra “peronismo” en su denominación electoral, otra forma de fingir unidad bajo un lema que sus mismos integrantes se han encargado de deshilachar en las últimas décadas: siempre ha servido ese término para ocultar el oscuro mar de fondo que los reúne.

Dos distinciones con mal olor a pesar de que todos insisten en que “nos vamos a arreglar para las elecciones”, unidos en las listas sin duda y convencidos de que si “no nos allanamos a esa alternativa”, la situación actual del PJ será más comprometida. No es lo mismo perder uno a cero que por goleada, dicen. También encubre el título “peronismo” a una Cámpora sin innovación ni renovación de dirigentes, que ha sido mezquina y prepotente cuando detentaban poder con Cristina y que, a menudo, aceptan acuerdos para luego rechazarlos tras encerrarse en una habitación entre ellos. Falta de palabra. Tampoco a La Cámpora la quieren en el PJ, menos ahora que están en desgracia y les disgusta el rol público de Máximo, como si además de favorito fuera un heredero de Perón y no de su madre. Otro al que le echan culpas es a Wado de Pedro, siempre ejerciendo como diplomático educado por Talleyrand. O sea, falso. Massa, aunque no lo diga, debe pensar que De Pedro no debe haber sido el mejor jefe de campaña que tuvo su última candidatura, más bien en un recóndito lugar debe esconder la ocurrencia de que Cristina y su infaltable ladero no deseaban que ganara las pasadas elecciones. Como ocurrió con Menem, quien prefería a De la Rúa en lugar de Duhalde. Ni hablar de otra cabeza cuestionada de la secta, femenina en este caso, Mayra Mendoza, quien se ha lanzado a la piscina de la gobernación como si supiera que tiene agua. Quizás debe saber del tema: cuando vivía en Capital tenía su propia piscina. Eso sí, en Constitución.

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Si todo es negocio y nada es afecto, puede entenderse la frialdad de los concurrentes a Matheu para exigir –como pretende la prisionera de San José 1111– como fenómeno prioritario “para Cristina. la libertad”. Hermosa alusión a un canto de protesta. Pero casi nadie se interesó en volcarlo en palabras, algunos ni siquiera firmaron el documento-petitorio, Guillermo Moreno lideró la partida hablando en general contra el plan económico de Caputo en vez de especializarse en demandar que la dama salga del encierro. Primero el pueblo, después las personas. No fue, ni es el unico. Por ahora, al menos. Las divergencias en el seno partidario responden tambien a otras grietas, casi un espejo de la Argentina binaria: los delegados del interior no comparten criterios con la conducción de un peronismo bonaerense centrado en Cristina, Massa, Máximo y Kicillof. Otra situación, ligeramente mejor en ciertas provincias, con portavoces de gobernadores e intendentes bien entendidos con el gobierno Milei, discrepan con los intereses dominantes de la política del Conurbano, aunque vayan “unidos” en la hilera de candidaturas. Escisión clave dentro del ahora concurrido PJ de Matheu, superior en el bolsillo a pedir la libertad declamada por Cristina y molesta con el arbitrio de ella y sus fanáticos que, sin embargo, no han merecido la tentación de la Casa Rosada. Ignorados. La Administración oficial, la tutela política de Santiago Caputo y Karina Milei, se han distraído hasta ahora de esos satélites y, sea por capricho, desidia o exagerada confianza, parece que no les importan los votos de otro color. Como si a la hora de contar en las urnas no valieran lo mismo el violeta que otros de la escala cromática.

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