La religión, la magia y la política generalmente vienen mezclados. Prueba de ello la dio el Presidente subiéndose al púlpito de un templo evangelista, haciendo una curiosa interpretación de la cultura judeocristiana para fustigar el concepto de justicia social, la interpretó como un robo, cuando es un concepto que está presente tanto en el primero como en el segundo testamento, en el cristianismo se sustenta en la dignidad humana, el bien común y la solidaridad.
En el judaísmo en obligación moral de ayudar a los necesitados, promoviendo equidad y dignidad. Pero si a lo del Presidente le queremos sumar lo mágico alcanza con saber que el pastor del templo ¡¡logró el milagro de que los pesos se conviertan en dolares!!
Nada es casualidad en el discurso del Gobierno, que tiene mucho de religioso.
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Nada es casualidad en todo esto, el discurso del Gobierno tiene mucho de religioso. El ajuste económico se justifica en que Argentina ha venido “pecando” a través de una fiesta interminable de dispendio de recursos del Estado. Y entonces, ha llegado la hora de pagar la fiesta –el pecado– a través del sacrificio del ajuste bajo el manto de buena vibra de las fuerzas del cielo.
Es un discurso cerrado que genera en los creyentes que el sacrificio vale la pena. Los libertarios expresan la crueldad sin complejos, donde la bondad ha sido totalmente borrada. Aunque digan que circunscriben su crueldad a los estatistas y los k es obvio que incluye, entre otros, a jubilados, médicos, discapacitados.
El discurso de la crueldad y el del odio se tocan. Dice Sigmund Ginzberg que lo que importa de una mentira no es su veracidad ni su verosimilitud sino las emociones que despierta. Y el Presidente aún despierta emociones positivas en un segmento del electorado que justifica el ajuste económico. Mientras tanto la realidad comienza a penetrar en las provincias a través del gambito que hace el gobierno nacional tener superávit fiscal generando problemas de gobernabilidad a los gobernadores.
Hay que pagar sueldos, hay que evitar que las empresas cierren como Topper, o que haya suspensión de tareas en Scania y en General Motors. No es casualidad que 24 gobernadores de diferentes orientaciones políticas coincidan en decirle al Ejecutivo nacional: “Tu superávit es a costa nuestra, danos nuestro dinero”. Los Ejecutivos provinciales no están pensando en que el Gobierno se caiga, están obligados a defenderse. En el juego perverso que ha desarrollado el Ejecutivo la idea es que las virtudes sean propias y los problemas, de otros.
Finalmente, la recesión económica, el que los sueldos no alcancen, el cierre de empresas, los despidos, los problemas para sostener la salud, la educación, la seguridad, los caminos en mal estado, el alto costo de las tarifas en el interior generan un mal clima social. Todo ello recae en cabeza de los gobernadores y terminará siendo su responsabilidad, si ellos no reaccionan, ya está sucediendo que un sector de sus sociedades les echa la culpa por los problemas derivados de la política económica nacional.
En paralelo, LLA les arma listas electorales propias desafiando al poder local. Claro que la reacción de las provincias a través de sus brazos legislativos preocupa al Gobierno. Ya no es el peronismo, ya no es el kirchnerismo, ahora son todos.
Las fuerzas del cielo dicen que darán pelea y anuncian que obtendrán un 40% de votos en octubre. Como si estuviéramos hablando de números extraordinarios para una elección de medio término o si ello significara algo para 2027.
La historia muestra que Juntos por el Cambio obtuvo en 2017 42% de los votos y no reeligió, al tiempo que en 2005 y 2009 el peronismo apenas pasó los 30 puntos de votos y posteriormente ganó las presidenciales. Tampoco con 40% de votos habrá cambios sustantivos en el Parlamento, y el oficialismo continuará dependiendo de una política de alianzas para sacar leyes.
*Consultor y analista político.