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Seis de cada diez adolescentes ven la economía como un freno para su futuro

Un estudio reciente reveló que la situación económica condiciona las expectativas de los jóvenes argentinos: 6 de cada 10 estudiantes de 15 años temen no contar con el dinero suficiente para alcanzar sus proyectos una vez terminada la secundaria.
El dato surge del informe “¿Qué piensan los estudiantes de 15 años sobre su futuro y la escuela?”, elaborado por el Observatorio Argentinos por la Educación a partir de las respuestas del cuestionario de PISA 2022.
La investigación, realizada por Sandra Ziegler (Flacso Argentina), María Sol Alzú y Víctor Volman, pone en evidencia que el sistema educativo no logra compensar las desigualdades socioeconómicas ni la falta de orientación vocacional.
Los adolescentes aspiran a progresar, pero la incertidumbre sobre el trabajo y las limitaciones materiales aparecen como condicionantes centrales.

El peso de las limitaciones
De acuerdo con el relevamiento, el 63% de los jóvenes de 15 años reconoce que podría no tener los recursos necesarios para hacer lo que desea después de la secundaria, un porcentaje superior al promedio de los países de la OCDE (52%). La situación se agrava entre los sectores más pobres, donde la cifra asciende al 67%. Este temor empuja a muchos a priorizar una rápida inserción laboral en detrimento de los estudios terciarios o universitarios.
La encuesta muestra cómo los jóvenes perciben el futuro y qué papel juega la escuela en esa construcción”, señaló Sandra Ziegler, doctora en Ciencias Sociales y profesora de la UBA y Flacso.
Para la especialista, la incertidumbre sobre los empleos del mañana genera dudas adicionales: “Es un segmento con mayores restricciones para entrar al mercado laboral, lo que explica sus temores”.

Entre la escuela, la familia y el trabajo
El informe identifica cinco dimensiones clave en las respuestas de los estudiantes: nivel de información sobre sus opciones tras la secundaria, utilidad percibida de la escuela, presión familiar, confianza para tomar decisiones y limitaciones económicas.
En este sentido, casi la mitad de los adolescentes (47%) asegura recibir presión familiar al momento de decidir su futuro, cifra que trepa al 55% entre los más vulnerables. Al mismo tiempo, aunque el 76% afirma que la escuela brinda aprendizajes útiles para el trabajo, 7 de cada 10 admiten inseguridad sobre si realmente están preparados para enfrentar la vida adulta.
Aurelia Lupis, coordinadora del Observatorio de Gestión en Educación, Ciencia y Tecnología (IGEDECO-UBA), destacó el impacto de la precarización laboral y la exclusión social en las familias: “Muchas no han tenido acceso al trabajo asalariado como factor de integración. Los adolescentes perciben esas dificultades y piensan en la escuela solo en términos de utilidad inmediata para conseguir un empleo que alivie las carencias materiales”.
La especialista agregó que la familia sigue siendo un factor determinante en las trayectorias juveniles: “En un mundo cada vez más individualista, la dimensión colectiva se debilita y la familia queda como último refugio”.

Brecha digital
y desigualdad
El informe también advierte sobre la fragmentación tecnológica en el sistema escolar. Aunque el 86,5% de las escuelas cuenta con algún tipo de conectividad, no siempre está disponible en las aulas ni garantiza un uso pedagógico.
Solo el 37% de los secundarios tiene laboratorio de informática, con marcadas diferencias entre instituciones privadas y públicas.“Acceder a internet desde un celular con datos móviles no es lo mismo que hacerlo con una computadora y wifi en la escuela. Esa brecha limita aprendizajes y condiciona la preparación de los jóvenes para el mercado laboral”, remarcó Lupis. En su visión, resulta urgente reducir las desigualdades digitales, ya que cualquier puesto laboral actual exige competencias básicas en tecnologías de la información.

Una triple brecha hacia el empleo
Gustavo Gándara, director de la Fundación UOCRA para la Educación de los Trabajadores Constructores, explicó que los adolescentes se enfrentan a una “triple brecha” al buscar trabajo: falta de calificación reconocida por el mercado, baja terminalidad escolar —siete de cada diez no completan la secundaria— y desigualdad tecnológica, tanto en acceso como en uso.
A esto se suma la deserción: “Cada año, casi la mitad de los jóvenes abandona la escuela media, lo que suma nuevos grupos con grandes dificultades para ingresar al mercado laboral”, indicó Gándara.
Según el especialista, también hay un cambio cultural en la concepción del trabajo: “Se instaló una visión individualista basada en el emprendedurismo y la idea de ser ‘mi propio jefe’. Pero esa posibilidad es real para unos pocos, mientras la mayoría desconoce los derechos laborales o el valor del empleo regulado”.
En sectores vulnerables, la necesidad de aportar ingresos al hogar obliga a muchos adolescentes a interrumpir la trayectoria educativa para insertarse tempranamente en el mercado laboral. Esta tendencia, sostienen los investigadores, contribuye a reproducir las desigualdades y limita la movilidad social ascendente.

Comparaciones con la región
El informe también ofrece un panorama comparado con países latinoamericanos y de la OCDE. Mientras en Argentina el 63% de los jóvenes teme no poder financiar su futuro, en Colombia y Costa Rica ese indicador es menor, y sus estudiantes manifiestan mayor seguridad sobre la utilidad de la escuela para proyectarse a la vida adulta. Estos contrastes, remarcan los autores, muestran que la preocupación económica de los adolescentes argentinos se ubica por encima de la media regional y plantea un desafío urgente para las políticas públicas.

Desafíos hacia adelante
En este escenario, los investigadores coinciden en que la escuela no puede resolver por sí sola los problemas de fondo, aunque juega un papel central en la preparación de los jóvenes. Se requieren políticas integrales que combinen mejoras en la calidad educativa con programas de inclusión laboral y reducción de la brecha digital. Sin un abordaje conjunto —económico, social y pedagógico—, advierten, millones de adolescentes seguirán viendo frustradas sus expectativas de progreso y permanencia en la educación superior.

Un llamado a las políticas públicas
El informe concluye que cerrar las brechas de calificación, educación y tecnología es indispensable para que los adolescentes argentinos puedan proyectarse con mayor seguridad. “Necesitamos un sistema que conecte a la escuela con el trabajo y brinde credenciales útiles para el mundo productivo”, resumió Gándara. Para los investigadores, sin un esfuerzo articulado entre Estado, sector privado y comunidad educativa, la incertidumbre seguirá marcando el horizonte de las nuevas generaciones.

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