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Comer o pagar los servicios: las familias chaqueñas ajustan cada vez más sus gastos

En un contexto económico crítico, las familias argentinas han modificado sus hábitos de consumo, priorizando compras diarias en negocios de cercanía y buscando precios bajos para sobrellevar el aumento descontrolado de alimentos y servicios básicos. Los consumidores evitan compras al por mayor —que antes eran quincenales o semanales— y ahora recorren distintos comercios para encontrar diferencias de precios, aunque sean mínimas.

“Dos o tres pesos de diferencia en cada producto, al final, hacen la suma”, explicó la directora del ISEPCI Chaco, Patricia Lezcano, en declaraciones a CIUDAD TV. Sin embargo, esta estrategia se ve limitada por la inflación persistente, que impacta con fuerza en pequeños negocios familiares, cuyos dueños trasladan al precio final el aumento de tarifas y costos logísticos.

Los datos revelan una situación dramática: una familia necesita aproximadamente 356.073 para cubrir servicios básicos (luz, transporte, etcétera), y 394.568 para la canasta alimentaria, montos casi equivalentes que obligan a elegir entre una necesidad y otra. “Es imposible pagar todo. Muchos recortan alimentos, lo cual tiene consecuencias graves, especialmente en niños”, señaló Lezcano.

Productos esenciales como lácteos, carne, pollo, frutas y verduras se han vuelto inaccesibles. “Una manzana y dos bananas cuestan $5.000. Un yogur es un lujo”, relató la directora del ISEPCI Chaco. Esta situación ha derivado en dietas insuficientes y, en casos extremos, en personas buscando comida en la basura, una escena cada vez más frecuente.

Con ajustes anunciados en jubilaciones y salarios, así como la posibilidad de nuevas subas tarifarias, se anticipa un mayor deterioro del poder adquisitivo. “Si hoy suben los servicios, mañana los precios en góndolas volverán a cambiar”, advirtió la fuente.

La crisis no solo redefine el consumo, sino que profundiza la pobreza y la inseguridad alimentaria. Mientras las familias sobreviven día a día, la falta de políticas efectivas agudiza un escenario donde hasta lo más básico —comer o tener luz— se convierte en un privilegio.

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